martes, 22 de octubre de 2019




¿CÓMO SERÍA EL MUNDO SIN CARNE?

El film 'The end of meat' aboga por el veganismo por nuestro bien, el de los animales y por el planeta

Esta es la pregunta que se formula el director, Marc Pierschel, al inicio del largometraje. Durante una hora y media Pierschel nos hace viajar de Alemania a la India, de los Estados Unidos a Gran Bretaña para convencernos con cifras y datos de que una dieta vegetariana evitaría muchas enfermedades de este siglo; de que el consumo de carne animal es inmoral puesto que sacrificamos seres vivos sin que sea necesario este holocausto, sólo para satisfacer nuestro paladar.

La producción industrial de carne animal resulta también inmoral porque hoy en día sabemos que encima contribuye al calentamiento global y es el mayor causante de la extinción de las especies animales. The end of meat se exhibirá, como absoluto estreno en España, en el marco del Another Way Film Festival de Madrid. La 4ª edición de este Festival de Cine sobre Progreso Sostenible de Madrid se desarrollará del 4 al 7 de octubre en la Cineteca.

Pierschel nos hace mirar de frente esas realidades que nos son ocultadas o que conocemos pero delante de las cuales optamos por cerrar los ojos. A menudo nuestra relación con la carne se limita a la bandeja de poliestireno donde alguien ha preparado antes de nuestra llegada al super dos pechugas de pollo listas para el consumo. En el documental desfilan también imágenes de pollos pero con muy mala pinta. Vemos fotos tomadas a hurtadillas en mataderos (el nombre de hecho es muy parlante) que sacan a la luz el maltrato y el suplicio de los animales. Jo Anne MacArthur, una fotoperiodista especialista del tema, comenta ante la cámara que si el ciudadano viera lo que está haciendo la industria cárnica todo el montaje caería por su propio peso. Y ese es uno de los objetivos de ‘The end of meat’: desvelar lo que muchos ciudadanos imaginan, sospechan, incluso temen pero que no conocen de primera mano.

Si algunos abusan y maltratan a los animales, otros intentan por el contrario ayudarlos y rescatarlos, como las personas que deciden abrir santuarios de animales, espacios protegidos donde los animales de granja, huidos o rescatados de mataderos, pueden llevar una existencia plácida y tranquila sin pedirles nada a cambio. Algunos activistas llevan de excursión por el bosque las vacas lecheras salvadas del matadero y las pasean como si se tratara del perro de caza. Otros activistas acarician a la oveja salvada in extremis de las manos del matarife como si se tratara de su gatito de angora. Es interesante el testimonio de Harmut Kiewert, un artista que retrata la utopía soñada por los activistas defensores de los derechos de los animales. Él pinta lienzos donde los animales se pasean por centros comerciales y se mezclan con los humanos porque, según él, hoy en día sólo tienen derecho a personarse en estos espacios en tanto que zapatos o salchichas.

El documental apela a la emoción del espectador pero también al intelecto. La cuestión de fondo es saber qué creemos respecto a los animales. ¿Creemos que son objetos, cosas que podemos usar y tirar sin más o más bien creemos que son seres vivos con derecho a vivir porque sí, como los humanos? Este es el quid de la cuestión.

Los teóricos de los derechos de los animales aparecen también en la pantalla para sostener que deberíamos considerar a los animales domésticos como cociudadanos nuestros, con derecho a la vida, claro está, pero también con derecho a la sanidad y a ser representados políticamente. ¿Pero cómo se entiende eso en la práctica? Es simpático y curioso el caso de la escritora y periodista turco-alemana Hilal Sezgin, quien decidió un buen día mudarse al campo para vivir ‘en comunidad’ con los animales. Tiene un rebaño de ovejas del que no saca ningún provecho, para sorpresa de muchos. Ni leche, ni carne ni nada de nada. Sezgin simplemente se sienta en el prado entre sus ovejas, que tienen el derecho a vivir, como enuncia ella en el documental, sin contraprestaciones, sin propósito declarado ni utilidad para la sociedad. Como los humanos. Ellas quieren vivir. Nadie tiene derecho a matarlas.

El documental hace hincapié en una nueva conciencia sobre la alimentación y los animales, nueva conciencia que está despertándose por doquier y de la que Sezgin es quizá una avanzadilla. Berlín es la capital europea del veganismo puesto que cuenta con el mayor número de restaurantes de esta categoría en Europa. No es casual por lo tanto que en Alemania exista la de momento única cadena de supermercados estrictamente veganos. Y no sólo existe sino que prospera y la mar de bien: el negocio está creciendo a la velocidad de la luz.

Veganz fue creada hace sólo 4 años y para el año que viene el volumen de ventas alcanzará los 65 millones de euros. Ni las empresas tecnológicas siguen este ritmo. Y no es casual tampoco que este documental provegano sea de factura alemana y haya sido financiado en un 80% gracias a una campaña de crowdfunding. ¿Qué está pasando para que tantas personas (en Alemania pero también en muchas otras partes, España incluida) renuncien al consumo de productos de origen animal y se pasen al otro lado de la barrera?

Si el consumidor empieza a cambiar de orientación y a exigir otro tipo de alimentación, la industria por su parte está preparándose también para adaptarse a los nuevos tiempos. The end of meat debería llamarse más propiamente The end of (animal) meat porque muestra cómo muchos laboratorios punteros de biología están investigando cómo crear la hamburguesa sin bueyes, la leche sin vacas y los huevos sin gallinas, es decir, crear comida que aporte la misma experiencia al consumidor que el producto de origen animal pero sin la intervención para nada de animales.

En la hora y media de documental oyes muchas voces, ves muchas imágenes pero quizá lo más interesante es lo que te pasa por la cabeza ante este desfile visual y auditivo de activistas, biólogos, filósofos, artistas, empresarios, abogados. Te entra la extraña sensación de que tienen razón todos estos defensores de otro tipo de consumo alimentario, de que en el fondo tú ya lo sabes, de que es una opción win-win y por lo tanto, que en realidad no hay opción, de que es hora ya de dejar de mirar para otro lado y que ya va siendo hora de ser consecuente con lo que se sabe. ¿Pero cómo abandonar de la noche a la mañana costumbres alimentarias ancestrales ligadas al animal como el jamón de bellota o el entrecôte?

Sin duda visionar ‘The end of meat’ ayuda a formarse una idea de por dónde van a ir los tiros en el futuro y te obliga a posicionarte. Si decides abandonar el consumo de carne, quizá no sea una buena estrategia prohibirse de sopetón los productos animales. Quizá sea mejor ir reduciendo progresivamente el consumo de proteínas de origen animal. Conviene animarse con productos que puedan hacer las veces de sustitutos visuales, como las hamburguesas de tofu o las bolitas vegetales de soja sin carne.

Puede contribuir al cambio también atreverse con un restaurante vegano en la próxima salida de fin de semana; comprarse un libro de recetas vegetarianas; y pasarse por la feria VeggieWorld, que celebra su segunda edición en Barcelona el próximo mes de octubre. Ah, y en la próxima escapada de fin de semana, poner rumbo a Berlín, capital de Europa en muchos sentidos y también en consumo alternativo. ¿Qué haríamos sin Berlín?

FUENTE: ANNA ARGEMI
https://elpais.com/elpais/2018/09/18/alterconsumismo/1537277658_398711.html?rel=mas&fbclid=IwAR2aKchFvMOGWJHTtxN4EsKbhAxKtdRPWoxgXfeN3aqis2F46dhAip28pQk

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