martes, 27 de octubre de 2020

“¿CÓMO ES POSIBLE QUE “ALIMENTOS” DAÑINOS SE DEJEN AL LIBRE COMERCIO?”

El subdirector general de la FAO, Julio Berdegué, reflexiona sobre el aumento del hambre y la “epidemia” de obesidad en América Latina y el Caribe antes de la conferencia regional "La lucha contra el hambre es como andar en bicicleta: si dejamos de pedalear, nos caemos". El ingeniero agrónomo Julio Berdegué (México, 1957) es desde el año pasado (2017) subdirector general para América Latina —y el Caribe— de la FAO (la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura). Y afronta la reunión de todos los países de la región estos días (MARZO 2018) en Montego Bay (Jamaica) con un objetivo: que los Gobiernos recuerden que hay que seguir pedaleando, después de que el año pasado el número de hambrientos en la región subiera significativamente —sobre todo por la situación alimentaria en Venezuela— tras años de descensos. "No nos vale con que haya unos poquitos con hambre: ni cinco ni diez millones, sino cero. La meta es cero. Y nos faltan 43 millones para llegar". Berdegué espera también que los países aborden con decisión la otra cara de la moneda: una creciente epidemia de obesidad "en el sentido estricto del término". Pregunta. América Latina: una región que produce enormes cantidades de alimentos en la que, sin embargo, crece el hambre tras años de progresos. ¿Cómo se explica esta paradoja? Respuesta. El hambre que nos va quedando en América Latina se explica fundamentalmente por la desigualdad: es un hambre muy centrada en pueblos indígenas, afrodescendientes, en territorios muy rezagados… Por eso es mucho más difícil de erradicar que hace 20 o 30 años. Lo que toca ahora es atacar esa desigualdad. P. ¿Están bien identificadas esas bolsas de hambre, esas personas que se van quedando atrás? R. Tenemos información más que suficiente de dónde no estamos teniendo éxito. Y parte del problema viene de tratar de aplicar a estos territorios rezagados los mismo remedios que funcionan en otros lados. Por ejemplo, ¿cómo promueves la alimentación saludable en un lugar que está a 14 horas caminando desde la carretera más cercana? Por eso, en esta conferencia queremos decir a los Gobiernos que hace falta confeccionar trajes a medida para esas zonas. P. Hablando de medidas específicas para cada lugar: hemos mencionado a América Latina pero, ¿y el Caribe? ¿corre el riesgo de que sus problemas, concretos y particulares, queden relegados en el conjunto de la región? R. En esta región hay que hacer un esfuerzo por poner atención en el Caribe y que no quede como el primo pobre de la boda. Allí por un lado está el problema de Haití [uno de cada dos haitianos no come lo suficiente] donde se trata de lucha contra el hambre pura y dura. Y por otro, la mayoría de las islas, que tienen un nivel de obesidad de Dios es padre. Que en parte viene de que tienen agriculturas mínimas y lo importan todo. Y no están importando alimentos sanos, precisamente. P. Pero es que muchas veces es la falta de dinero lo que lleva a importar lo más barato, aunque no sea saludable... “El hambre en Venezuela prácticamente se duplica entre nuestras últimas dos mediciones” R. Veamos: si quieres importar armas de fuego de alto poder, seguramente tengas que pasar por un conjunto de regulaciones muy estrictas. Entonces, ¿cómo es posible que productos –que algunos dicen que son alimentos– que está establecido que causan daño a la salud se dejen al libre comercio, sin ninguna regulación especial? No digo que tengan que regularse igual un arma que puede matar a miles de personas y un producto ultraprocesado, aunque en estos momentos esté matando a miles de personas. Pero en algún momento el mundo va a tener que decir: ¿se puede comerciar sin ninguna otra consideración algo que después el país tiene que pagar una cuenta tremenda en los servicios de salud? Ponemos limitaciones a la venta del tabaco o del alcohol, ¿por qué no hacer lo mismo? Decir: si tú quieres comer esto que está repleto de grasas, de sales... respetamos tu libertad. Pero te va a costar más caro porque queremos que no lo hagas. En el Caribe tienen que controlar qué se está importando porque si no será muy difícil atajar el problema. Si la gran mayoría de la oferta de alimentos que hay en un país causa obesidad, te quedas sin mucho margen de maniobra. P. ¿Hay ya consenso científico en que el consumo de ese tipo de productos es la causa principal de la obesidad? R. Creo que hay suficiente evidencia de que muchos alimentos ultraprocesados –no todos– tienen un efecto pernicioso para la salud. No solo por el lado de la obesidad, sino también por su contenido en sales, grasas… Pero no son el único factor: las familias comen mucho menos en sus casas. Comen rápido en el trabajo. Y comen barato. También hay factores culturales: muchos ingieren ciertas cosas porque quieren imitar las dietas del mundo exitoso [Berdegué forma unas comillas con sus manos]. Si yo quiero demostrar que soy clase media o emergente, puede que coma ciertas hamburguesas porque crea que eso me da un estatus. Al final, tenemos una epidemia de obesidad en el sentido estricto del término porque hemos cambiado lo que comemos. P. ¿Qué responsabilidad tienen las grandes empresas alimentarias en encontrar una solución? R. El sector privado puede ser parte de la solución, pero solo si quiere. Y hasta ahora creo que, en general, las empresas no quieren: esa es la realidad. Hay algunas a las que hay que felicitar, pero la mayoría están a la defensiva. Y esa es una estrategia perdedora, porque el mundo no va a tolerar mucho más tiempo un sistema alimentario que causa más muertes que cualquier otra cosa y tiene reventados los sistemas de salud. P. Pero, ¿ve usted a los Gobiernos dispuestos a embridar a esas compañías y regular el asunto? “En general, las empresas no quieren ser parte de la solución a la obesidad” R. Lo que está claro es que no podemos resolver los problemas de sobrepeso, obesidad y otras formas de malnutrición sin que la empresa privada cambie su conducta y estrategias. Yo espero que muchos de esos cambios sean voluntarios. Pero tambien hay que usar las políticas públicas para conseguir mejoras en las empresas. Cuando el mundo dijo: “No puede haber gasolina con plomo”, a las empresas de petróleo no les gustó, pero se adaptaron. Y ahí está, les va muy bien. Siguen siendo buenos negocios. Aquí va a pasar lo mismo. Las empresas van a poder producir productos mucho más sanos y les va a ir muy bien. No van a perder dinero, van a ganarlo. Y además está bien que sea así. P. ¿Cabe entonces esperar más medidas al respecto? R. Los Gobiernos de la región han despertado ahora a la gravedad del problema. Algunos países están actuando ya: algunos con políticas públicas interesantes, como es el caso de Chile. Y otros con medidas todavía tímidas. En parte, por la acción de las empresas, que intentan que la cosa vaya muy despacio. P. Volviendo al hambre, hemos mencionado Haití, donde pese a la enormidad del problema se han conseguido pequeños avances en el último año. Pero ¿y Venezuela? R. En nuestro último informe regional hemos reportado un aumento muy importante del hambre en Venezuela. De acuerdo con nuestros datos, prácticamente se duplica entre las últimas dos mediciones. Pero nos hace falta más información: las estadísticas oficiales son pocas y nos cuesta caracterizar el problema. Aun así, no cabe duda de que hay una subida muy fuerte y de que, efectivamente, como lo dice uno de los documentos de la conferencia, el aumento del hambre en Venezuela explica cerca del 80% del aumento en el conjunto de la región. Claramente nos preocupa, y estamos a disposición del Gobierno venezolano. SIN AUSENCIAS Por primera vez, todos los Gobiernos de la región de América Latina y el Caribe (33 países) han enviado representantes a la conferencia que la FAO celebra estos días en Montego Bay (Jamaica). El hambre en la región creció en 2,4 millones de personas entre 2015 y 2016, rompiendo así la tendencia de años de descensos. Y el crecimiento de otras formas de malnutrición, como el sobrepeso o la obesidad (24 países de la zona tienen tasas de obesos superiores al 20% de la población) presenta un problema alimentario de dos caras. Los países, junto a los expertos en alimentación, ONG, grupos como asociaciones de campesinos o indígenas y, por primera vez, representantes de empresas privadas, analizarán este reto, así como la necesidad de fomentar el desarrollo rural y crear empleo para acabar con el hambre y el desafío climático en la agricultura. Especialmente en un área cada vez más afectada por sequías (como el Corredor seco de Centroamérica) o huracanes (el Caribe). "Calculamos que harán falta 100.000 millones de dólares de inversiones adicionales para adaptarse al cambio climático en esta región", ha dicho Berdegué a los medios. FUENTE: CARLOS LAORDEN https://elpais.com/elpais/2018/03/05/planeta_futuro/1520265275_535020.html

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