martes, 3 de marzo de 2015



EL AYUNO COMO MEDICINA
Por Dr. Karmelo Bizkarra
El ayuno es el remedio principal de numerosas enfermedades porque ataca a su raíz. Hipócrates, el Padre de la medicina (siglo V antes de Cristo) decía: “la impurificación humoral es la causa de todas las enfermedades; en los acrecentamientos mórbidos debe suprimirse la alimentación; se provoca un gran mal si se sigue comiendo; cuando más se nutra un cuerpo cargado de humores más aumenta el mal”.
Con el ayuno aprendemos a confiar en nuestro cuerpo, en nuestras propias fuerzas, generamos una voluntad muy elevada. Todas las grandes religiones del mundo han fomentado el ayuno no solo porque purifica el cuerpo físico, sino que también purifica nuestra mente, nuestras emociones, uno se siente más sereno, diferente, uno vibra con una energía más elevada. En la naturaleza el ayuno es un proceso natural; cuando un animal está enfermo o herido se abstiene de todo alimento. Los niños aún tienen este instinto no perturbado y a la más mínima dolencia no quieren comer; también pasa a los adultos en enfermedades graves o en aquellos que saben oír su cuerpo y prefieren dejar la comida para liberar sus órganos de toxinas.
Deberíamos ayunar una o dos veces al año. Es aconsejable hacerlo en una época que uno no tenga demasiado trabajo.
Un ejemplo de ayuno es el de sirope de savia y zumo de limón. El sirope de savia es el zumo del árbol del arce y la palmera, contiene calcio, hierro, manganeso, cinc, magnesio, sodio y potasio.
El limón es antibiótico, antirraquítico, elimina grasas, indispensable para la salud de los huesos y vasos sanguíneos, desintoxica las células. Se hará un mínimo de siete días; lo aconsejable es hacerlo diez días. La preparación es un vaso grande de agua tibia o fría o una infusión, medio limón, dos cucharadas de sirope y una pizca de cayena (disuelve las flemas, produce calor). Tomar cada día de ocho a doce vasos, y siempre cuando nos sintamos débiles. Durante todo el régimen no se debe tomar otro alimento, pues bloquearía la limpieza. En los diez días se necesitan aproximadamente dos litros de sirope (de venta en herbolarios). Deberán tomarse diariamente laxantes naturales como la cáscara sagrada (Ramnus purshiana) y también pueden ponerse enemas rectales con un litro de infusión de tomillo.
Es normal que aparezca debilidad, malestar general, dolores en diferentes partes, náuseas, picores, mareos, dolores de cabeza; todo ello es causado por las toxinas que salen de las células y pasan a la sangre para ser metabolizadas por el hígado y eliminadas por los riñones.
Conviene combinar el ayuno con respiraciones profundas, baños de aire, de luz y de sol; buenísimo realizar prácticas de meditación.
También en dolencias graves pueden hacerse ayunos de hasta cuarenta días; en este caso se harán tomando solo agua y poniendo enemas a diario.
Para saber si el cuerpo se ha limpiado la lengua debe estar completamente roja y uno recuperará el apetito de forma natural. Si no sucede esto debe continuarse con el ayuno o repetirlo pasado un tiempo.
¿Qué dolencias cura el ayuno?
Un peso alto o demasiado bajo.
Embellece profundamente la piel y el cabello, nace un montón de pelo nuevo, desaparece el eczema de la piel y el cabello queda sin grasa.
Descongestiona el aparato digestivo, cura la úlcera de estómago, apendicitis crónica, cálculos de la vesícula, hidropesía.
En enfermedades catarrales como gripe, bronquitis, sinusitis, alergias respiratorias, asma.
Depósitos de calcio en cualquier órgano son eliminados, así como el colesterol de los vasos sanguíneos.
Desaparecen forúnculos, abscesos, granos.
Ayuda a liberarse de la dependencia al tabaco, al alcohol o café.
Mejora la audición, desaparecen los ruidos de los oídos.
Cura miopías, desaparece el glaucoma, la mirada se vuelve viva.
Cura la insuficiencia cardíaca y la dilatación de la aorta.
Indicado en dientes que se mueven y encías sangrantes.
En ideas de suicidio, cansancio psicológico, depresión.
Desaparece la arteriosclerosis y la esclerosis cerebral.
En ciática, artrosis, dolores óseos.
Cicatriza heridas en los diabéticos.
En cualquier caso el ayuno siempre nos ayudará en conseguir hábitos de vida más saludables de forma natural; por ejemplo, uno no sentirá ganas de comer tanta carne, o dulces, o fumar.
Ayunar para curar
El ayuno ha formado parte de la vida diaria de la humanidad, especialmente en los momentos de rituales y ha sido utilizado en la triple vía de limpieza corporal, descontaminación mental y búsqueda de claridad espiritual.
Durante siglos se ha ayunado en la preparación de ceremonias y ritos de diversas religiones y filosofías de vida que lo contemplan en mayor o menor medida. Es y ha sido practicado entre los chamanes de los más diversos lugares a lo largo y ancho de toda la geografía del planeta, especialmente como preparación de festividades concretas durante el año o para celebrar rituales de curación o rituales de acceso al «mundo paralelo» al que acuden en «búsqueda de la visión».
También es y ha sido utilizado en los rituales y en las ceremonias de iniciación de muchas culturas del mundo. La abstinencia de alimentos formaba también parte de los ritos de fertilidad en algunas ceremonias primitivas. Muchas de esas ceremonias se practicaban en los equinoccios de primavera y otoño y han perdurado durante siglos.
Durante los primeros tiempos de la era cristiana la práctica del ayuno de veinticuatro horas era muy común. Es lo que se llamaba en latín: «Jejunium a vespera ad vesperam», que significa «Ayunar desde el atardecer de un día al atardecer del siguiente».
En tiempos cercanos son muy conocidos los repetidos ayunos, en forma de huelgas de hambre, llevados a cabo por Mahatma Gandhi, en su camino de no violencia, de Ahimsa, para liberar a la India del gobierno de Gran Bretaña mediante una revolución pacífica. Utilizó el ayuno como «arma» en su resistencia pacífica y de no colaboración con el gobierno británico y demostró ser un verdadero «guerrero pacífico».
Gandhi, que además de sus ideas pacifistas era vegetariano y tenía amplia experiencia en los cuidados naturales de la salud, utilizó el ayuno en apoyo de sus ideales de libertad para la India. En su poco conocida faceta de especialista en la salud, señala: «No debemos llenar el aparato digestivo con alimentos innecesarios. Tenemos que comer solamente tanto como nos sea necesario y no más. Con frecuencia comemos de más, o ingerimos cosas imposibles de digerir, sin darnos cuenta. Un ayuno ocasional, por ejemplo de una vez por semana o una vez cada quince días, nos permitirá mantenernos equilibrados. Si no nos resulta posible ayunar un día entero, podemos saltarnos una o más comidas durante el día».
Pedro Laín Entralgo, gran especialista en Historia de la medicina y en Antropología médica, escribe: «A comienzos del siglo XIX… vigente desde los hipocráticos, la restricción alimentaria en las enfermedades agudas seguía siendo la regla…»
Un camino olvidado hacia la salud
Hipócrates, según el Dr. Honorio Gimeno, uno de los médicos naturistas más reconocidos de nuestro país, preconizó la utilización del ayuno, el pan integral y las frutas y hortalizas crudas y aconsejó que en cuestiones de alimentación se atendiese al instinto del enfermo. En lo fuerte de la enfermedad, conviene alimentación muy débil o la supresión absoluta de todo alimento. En las diarreas intensas la ingestión de manzana cruda. En invierno y en primavera, se puede comer más que en verano y en otoño. Cuando se tiene fiebre, el mejor alimento es el jugo de frutas. Si un enfermo ha adelgazado bastante por enfermedad larga, no tiene que comer demasiado para recuperarse antes, sino que ha de hacerlo con precaución. Cuando la enfermedad no es muy importante y evoluciona en sentido favorable, el médico no ha de emplear muchos remedios; es mejor que actúe la fuerza vital natural, a ser posible, por sí sola. Dicha fuerza se conoció después en versión latina como «vis medicatrix naturae».
En el siglo XVII, el ilustre físico Paracelso llamaba al ayuno «el gran remedio».
El ayuno a agua no consiste en mantener al cuerpo bebiendo agua mientras el organismo se nutre de sus propias reservas. No «deja de comer», sólo invierte la utilización de alimentos y orienta su energía hacia el proceso curativo.
Durante el ayuno el cuerpo no deja de alimentarse, sino que se alimenta de sus propias reservas, a plato puesto. Mientras existan reservas almacenadas en el cuerpo hablamos de ayuno. Con frecuencia dentro de la terminología de la medicina convencional los términos ayuno e inanición se utilizan como sinónimos. Ello indica un grave error. Hay una gran diferencia entre estos dos procesos.
El ayuno comienza cuando nos saltamos una comida y termina, si no lo dejamos antes, cuando se consumen todas las reservas de nutrientes almacenados durante años en nuestro organismo. Cuando el cuerpo no tiene reservas para «nutrirse de su interior» termina el ayuno y comienza la inanición.
En las primeras horas del ayuno el cuerpo consume el azúcar (glucosa) que fluye en la sangre y la almacena en el hígado y los músculos en forma de glucógeno, al que se le ha llamado también «almidón animal». Posteriormente se mantiene de transformar, primero sus reservas grasas y finalmente las proteínas. Únicamente cuando las reservas se agotan, el cuerpo comienza a digerir las partes y órganos más vitales. Este período es conocido como inanición. Es un proceso totalmente diferente al ayuno. Pero esto no ocurre normalmente sino pasadas cinco semanas o más, dependiendo de las reservas del organismo.
Una vez pasado el tiempo de ayuno, durante la inanición pueden aparecer trastornos más o menos graves en los órganos más vitales. Uno de los síntomas de la inanición es el descenso invariable de la temperatura corporal. El descenso brusco de peso durante un ayuno largo, la visión doble, la excesiva sensibilidad de los ojos a la luz, y el aumento exagerado de potasio en sangre, son síntomas que indican la aparición de la inanición e invariablemente señalan la urgente necesidad de cortar el ayuno.
El ayuno comienza cuando dejamos de comer y termina, si no antes, cuando se consumen las reservas del organismo; la inanición, en cambio, comienza cuando termina el ayuno y puede acabar con la muerte. El cuerpo se cura cuando ayuna, pero enferma y muere en la inanición.
El ayuno es un tiempo de eliminación o «limpieza» interna. El organismo indica que no es momento de introducir comida, sino de eliminar las sustancias de desecho y los residuos tóxicos acumulados con el tiempo. Con el ayuno hacemos una puesta a punto del organismo o un «cerrado por limpieza e inventario» o «cerrado por reparaciones». Las agresiones de la vida moderna son de por sí suficientes para producir una intoxicación corporal general, se exprese o no con síntomas de enfermedad, que indica la necesidad de un tiempo de ayuno y desintoxicación.
El ayuno no es una técnica nueva. Los niños y los animales dejan de comer cuando están enfermos. Guiados por el instinto somático o la inteligencia interna el organismo canaliza sus energías hacia la eliminación de sustancias de desecho y tóxicas y dejan de comer. En ese momento lo importante no es la ingesta de sustancias nutritivas sino la capacidad de desintoxicación, autorregulación y autocuración del organismo y por ello desaparecen las ganas de comer.
La curación es un proceso biológico y el ayuno posibilita que el cuerpo ponga en marcha todos los procesos de desintoxicación, limpieza y regeneración. En este sentido el ayuno en sí realmente no cura. Es el cuerpo el que se cura mientras ayunamos. El poder de curación es siempre algo inherente al organismo vivo y ningún medicamento o médico puede llevarse los laureles de la curación. La curación es una cualidad de todo ser vivo, que mantiene en sí mismo una parte de la capacidad curativa y de regeneración de la Naturaleza.
Cuando una persona ayuna no gasta energía en el proceso de digestión y asimilación de nutrientes y las células y órganos del cuerpo descansan. Esa energía ahorrada es invertida hacia los procesos de eliminación y autocuración. El cuerpo pone en marcha toda su gran capacidad de autorregulación y autocuración.
Durante el ayuno no es momento de comer sino de eliminar, renovar y regenerar. Todo ello se hace guiado por la inteligencia somática, esa misma inteligencia que hace que nuestro corazón lata, de día y de noche, que nuestros riñones filtren la sangre de desechos, o que el hígado tome las sustancias necesarias para reconstruir el cuerpo y sus funciones y neutralice las sustancias tóxicas ingeridas. Esos mismos órganos, al no tener que trabajar en la digestión y asimilación de alimentos, recanalizan su energía hacia los procesos de curación. La inteligencia somática modifica el reparto energético en el organismo, canalizando la energía hacia las zonas donde la desintoxicación y curación son más necesarias.
Beneficios del ayuno
Muchos son los beneficios que conseguimos con el ayuno y haremos un breve repaso de todos ellos:
Facilita el descanso general y completo de los órganos vitales.
Podemos señalar como descanso fisiológico al descanso aportado por el ayuno. Todo el cuerpo humano, es decir sus millones y millones de células no gastan energía en la digestión y asimilación de los nutrientes ingeridos, y esa energía que ahorran la invierten en el proceso de limpieza, regeneración y autocuración.
¿Y cómo se cura el organismo humano con el ayuno? Su capacidad de curación es una manifestación de la capacidad curativa de la Naturaleza en la que vivimos. La curación no es debida a unos medicamentos, ni a los médicos, no viene de fuera sino que surge de dentro. La curación es un proceso que podemos despertar en nosotros observando y manteniendo en la vida normal los llamados «Factores de Salud»: alimentación sana, ejercicio, movimiento, trabajo creativo, respiración profunda y tranquila, contacto con la naturaleza, expresión psicoemocional, relaciones humanas auténticas y cooperativas (no competitivas), etc. Cuando eliminamos las barreras que ponemos a la curación ésta ocurre por sí misma.
Detiene la ingesta de alimentos que se descomponen en el intestino e intoxican al cuerpo.
El aparato digestivo se va limpiando con el ayuno. La ausencia de comida durante el ayuno facilita la desaparición de alimentos descompuestos en el intestino. Cuando los alimentos no se descomponen en el conducto digestivo no intoxican al organismo y el cuerpo se va sanando.
Vacía el tubo digestivo y se deshacen de las bacterias de putrefacción. Cuando el conducto digestivo se llena de restos de alimentos que sufren fermentación y putrefacción, aparecen una gran cantidad de bacterias, muchas de ellas perjudiciales para el organismo. El ayuno limpia el tubo digestivo de los restos alimenticios y también de los gérmenes posibles que pueden perjudicar al aparato digestivo y a todo el organismo. Al desaparecer la fermentación y la putrefacción desaparecen las bacterias que se alimentan de los alimentos descompuestos.
Las bacterias, habitualmente, son unos organismos oportunistas que se alimentan de la descomposición y muerte celular. Si eliminamos la fermentación y putrefacción intestinal, se quedarán sin comida y desaparecerán. El ayuno evita cualquier infección bacteriana en el intestino. Al eliminar los restos de nutrientes mal digeridos y fermentados, deja sin «alimento» a millones de bacterias que podrían perjudicar al organismo.
Da a los órganos de eliminación una oportunidad para ponerse al día en su trabajo. Favorece la eliminación y desintoxica al organismo.
La sobrecarga del organismo ocasionada por muchos años de una alimentación y una forma de vida insanas, dificulta la correcta eliminación de sustancias tóxicas. El organismo se va saturando poco a poco de sustancias de desecho ya que los órganos de eliminación se ven sobresaturados y no cumplen adecuadamente su función. Además, cuando nos mantenemos en un estado continuo de estrés llegamos al agotamiento orgánico, los órganos de eliminación no pueden cumplir su labor por falta de energía y las toxinas se van acumulando en su interior, dando lugar a una profunda intoxicación.
Con el ayuno, al estar la energía del cuerpo centrada no en la vida exterior, sino en la limpieza y autorregulación interior, el cuerpo se pone al día en la eliminación de desechos y tóxicos y se produce una gran desintoxicación ya que los órganos de eliminación tienen toda la energía a su disposición. Esto abre las vías hacia la curación.
Restablece la bioquímica y la fisiología normal y sana.
Mediante el ayuno el organismo restablece la bioquímica y fisiología que le lleva hacia un proceso dinámico de curación. La salud no es una situación rígida y estable, sino, más bien, un proceso dinámico y lábil, un equilibrio que se renueva constantemente.
La renovación del cuerpo se ve ampliamente favorecida por el ayuno. El organismo instala el cartel de «cerrado por reparaciones» y pone en marcha todos los mecanismos de autorrecuperación y mejoramiento.
Favorece la desintegración y absorción de pus y flemas, derrames, depósitos, tejidos «enfermos» y tumoraciones.
Mediante el proceso de ayuno el cuerpo elimina todo lo que no sea vital para su correcto funcionamiento. Produce verdaderamente una autodigestión o autolisis de todas aquellas sustancias perjudiciales que se almacenan y reproducen en su interior.
El cuerpo sacrifica lo menos vivo y mantiene con mucho mimo lo órganos más vitales. Se produce una lisis o destrucción de los tejidos malsanos: tejidos con pus, flemas, fístulas, abscesos, tumores, debido a que no son vitales y necesarios.
Rejuvenece las células, tejidos y órganos del cuerpo.
Con el descanso, y no olvidemos que el ayuno es una forma de reposo fisiológico, el cuerpo se recupera y se cura a sí mismo.
Durante el ayuno las células, los tejidos y los órganos viven un verdadero rejuvenecimiento. Rejuvenecimiento que incluso se traslada a un rejuvenecimiento exterior y la persona da la imagen de ser más joven.
Permite la conservación y recanalización de la energía vital.
El descanso fisiológico favorecido por el ayuno, facilita la recuperación de la energía y la recanalización de la misma a través del «cuerpo energético». El cuerpo energético es el sistema de energías del cuerpo que mantiene los átomos, las moléculas, las células, los tejidos y los órganos del cuerpo unidos y en buena y fluida comunicación. Este cuerpo energético tiene sus centros y canales de energía propios, los orientales los conocen muy bien con la denominación de chakras y meridianos.
Una de las causas que obstaculizan la libre circulación de la energía por el cuerpo son los bloqueos y barreras musculares originadas por tensiones emocionales y psicológicas. Durante el ayuno el cuerpo elimina estas barreras. De hecho, una de las características propias del ayuno es que disminuye o prácticamente elimina las tensiones musculares. De esa manera la energía fluye sin trabas y la persona recupera su energía vital, la energía que mantiene la vida.
Incrementa la capacidad digestiva y de asimilación de nutrientes, tanto en el aparato digestivo como en cada una de las células del organismo.
El descanso digestivo que ofrece el ayuno favorece la recuperación del aparato digestivo, tanto en su conducto como en las glándulas adyacentes: el hígado, el páncreas y el bazo. Estos órganos están encargados de transformar las corrientes nutritivas que le llegan desde el tubo digestivo, transformando las sustancias según las necesidades de todo el organismo. Al permitir este descanso se aumentará la capacidad digestiva y de asimilación de los nutrientes ingeridos.
Cambia el estado mental favoreciendo una expansión de la consciencia.
Todas las antiguas culturas de la humanidad, tanto de Occidente como de Oriente, han utilizado el ayuno como el mejor y el más sano de los métodos para la expansión de la consciencia. El ayuno es un tiempo para interiorizar, un momento para estar hacia dentro. Muchos de los grandes místicos de la humanidad eran partidarios y conocedores de los grandes beneficios del ayuno a nivel de la consciencia.
Por el contrario, una comilona pesada, un banquete de boda regada con alcohol y licores (mal llamados bebidas espirituosas) embota la consciencia y da sueño, te lleva a la inconsciencia, al limbo.
El ayuno también mejora la percepción por los sentidos. Durante el ayuno hay una amplia renovación de los órganos de los sentidos. Muchos ayunantes señalan la mejoría de su capacidad de ver, escuchar, oler y gustar. El ayuno despierta la sensibilidad, los sentidos, la percepción del mundo y favorece el despertar de la consciencia. Aumenta con el ayuno la capacidad de captar el gusto natural a los alimentos sanos. El sabor de las primeras frutas en la realimentación es difícil de olvidar.
Finalmente hay que señalar que otro de los resultados de ayunar es que permite un descenso del peso, lo que de por sí es de gran ayuda en muchas enfermedades. El descenso de peso puede ser necesario y totalmente recomendable en enfermedades tan diferentes como son: la obesidad, diabetes, artrosis, artritis, hipertensión, problemas de la columna vertebral, trastornos cardiacos y respiratorios, etc.
Hemos visto de forma resumida las más importantes ventajas de hacer un ayuno, como principal herramienta para mantener y recuperar la salud. Y siempre recomendamos el control y los consejos de un médico especialista.
Dr. Karmelo Bizkarra
Director Médico del Centro de Salud Vital Zuhaizpe
Autor del libro El poder curativo del ayuno
Extraído de:
Filtraciones de la salud
Publicado por:
Gloria de los Ángeles Espíndola
www.unmundodebrotes.com

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